viernes, febrero 18, 2005

El ineludible llamado del techo...

Ese día se despertó a las 4:00 am, no a las 5:00 como solía hacerlo, y no fue el clima esta vez lo que lo hizo perder el sueño.

Como siempre la sucia sábana que cubría a medias su colchón estaba empapada en sudor y los pelos de su pecho estaban pastosos. Se dio la vuelta sobre sí mismo pero la puerta de la entrada no era tampoco lo que él debía ver, lo sabía bien, pero ya estaba atrapado en ella: qué ganas de cerrar los ojos e irse a otra parte en vez de a esa puerta de enfrente, pero no tenía sueño y menos con ese ruido entrecortado, rechinante y recurrente que parecía moverse en el techo junto con la mancha de moho negro que tantas figuras le había dado. Pero no, mejor no ver el techo -no ver el techo, no ver el techo- se repetía. Pero el techo venía a él, lo llamaba a voltear la mirada esta vez con ruido, un ruido asfixiante que entraba en su oido como si estuviera a 5 cm de él, no necesitaba verlo contonearse ante sus ojos, estaba ahí. No sirvió de nada haberse volteado para no ver el techo porque la puerta, que tampoco era buena, estaba frente a él llamándolo y tuvo que obedecerla: se levantó, arrebató la sábana al colchón, que ya sólo la agarraba con una esquina, se secó el sudor, la dejó caer al suelo de donde recogió una camisa ya rayada de blanco por el salitre y salió por esa puerta. El techo seguía llamándolo mientras bajaba los escalones del edificio, -espera, ya vuelvo, ya vuelvo pero no me grites que no soporto tu voz- le dijo mientras se alejaba lo más rápido que podía, que no era en lo más mínimo veloz, cabe decir.